lunes, 26 de diciembre de 2016

Introducción al feminismo [Por Elena García]



INTRODUCCIÓN AL FEMINISMO.

Llevo unos meses muy activa en cuanto al tema del feminismo. No, no es por “moda”. Es
porque lo considero algo tan obvio y coherente que me sorprende que a día de hoy todavía
tengamos que aguantar ciertas cosas y que haya gente que no lo comprenda. Tengo intención
de hacer varios artículos hablando de feminismo, pero el de hoy será introductorio. Antes de
nada una aclaración: hablaré de sexo, no de género, ya que, teniendo en cuenta los siglos en
los que surgió el feminismo, se hablaba del sexo biológico asignado al nacer.

¿Qué es el feminismo?



El feminismo es un movimiento social de mujeres que busca la liberación de las mujeres en
todos los ámbitos (familia, trabajo, educación, etc.). La consecuencia de esta liberación será la
igualdad entre mujeres y hombres. No se trata solamente de una teoría, ya que el objetivo es
movilizar a las mujeres para que busquen caminos para transformar la sociedad y erradicar el
sexismo, la opresión sexual y, en general, cualquier tipo de injusticia.

No es un movimiento homogéneo ni cerrado, dado que no todas las mujeres somos iguales ni
vivimos en la misma cultura. Las distintas culturas y sociedades también implican distintas
formas de opresión y, por lo tanto, distintas formas de entender y llevar a cabo el feminismo.

Esto no significa que unas corrientes sean más o menos válidas que otras, por lo que sería más
correcto hablar de movimientos feministas, en plural. “El feminismo es una moda de ahora”. ¿En serio? Orígenes del feminismo:

Primera ola: el feminismo ilustrado.


Hasta mediados del siglo XIX no comienza la lucha de forma organizada y colectiva, pero la
mayoría de autoras comienzan a hablar de feminismo durante la Revolución Francesa (1789-
1799), donde las revoluciones liberal-burguesa persiguieron la igualdad jurídica, de libertades y
de derechos políticos. Sin embargo, los “Derechos del Hombre y del Ciudadano” (26 de agosto de 1789) se referían exclusivamente a los varones, no al conjunto de seres humanos. Esto quiere decir que no se tuvo en cuenta ni a las mujeres ni a los esclavos y esclavas. Las mujeres aprendieron que debían luchar de manera autónoma para conquistar sus derechos.

A modo de respuesta, en 1791, Olympe de Gouges proclamó la “Declaración de los Derechos
de la Mujer y la Ciudadana”. Cabe mencionar que fue guillotinada por el gobierno de Robespierre. A partir de entonces el feminismo se inició tanto en Europa occidental como en Norteamérica. Durante este primer periodo, el feminismo perseguía el derecho al voto, naciendo así el movimiento sufragista, por todos y todas conocido (segunda ola).
Un año después de la Declaración de de Gouges, Mary Wollstonecraft escribió la “Vindicación
de los derechos de la mujer”, planteando la igualdad de derechos civiles, políticos, laborales y
educativos, así como el derecho al divorcio como una libre decisión por ambas partes.

Segunda ola: el feminismo liberal sufragista.


Ya a mediados del siglo XIX, Flora Tristán, importante figura en el feminismo latinoamericano,
vincula el movimiento a las luchas obreras y en 1842 publica La Unión Obrera, donde expresa
que “la mujer es la proletaria del proletariado […] hasta el más oprimido de los hombres quiere
oprimir a otro ser: su mujer”.

En Estados Unidos las sufragistas participaron en las sociedades antiesclavistas. En 1848,
Elizabeth Cady Stanton convocó el primer congreso para reclamar los derechos civiles de las
mujeres (Declaración de Seneca Falls): se concedió el voto a los negros, pero no a las mujeres.

Ya en 1920, la Constitución reconoció el derecho al voto con independencia del sexo.
Pruebas de que “las feministas de antes” eran violentas son los actos de sabotaje en las
fábricas y las violentas manifestaciones organizadas por la Woman’s Social and Political Union, dirigida por Emmeline Pankhurst (Gran Bretaña, 1903). Tras perseguir y encarcelar a las integrantes, el gobierno británico declaró la amnistía a las sufragistas para que organizaran el reclutamiento de mujeres para sustituir la mano de obra masculina durante la I Guerra Mundial. Cuando la guerra finalizó, se les concedió el derecho a votar.

Al finalizar la II Guerra Mundial, las mujeres consiguieron el derecho al voto en casi todos los
países europeos, pero la lucha continuó con el Nuevo Feminismo, que comienza a finales de los sesenta en Estados Unidos y Europa. Destacan las aportaciones de Simone de Beauvoir (“no se nace mujer, se llega a serlo”) y de Betty Friedan.

Tercera ola: feminismo contemporáneo o Nuevo Feminismo

Este “nuevo feminismo” busca la abolición del patriarcado, ya que es la estructura social que
provoca las desigualdades y establece jerarquías que benefician a los varones. Busca analizar
los orígenes de la opresión a las mujeres, el rol de la familia, la división sexual del trabajo (también del doméstico), la sexualidad, el aborto, etc. Aunque el movimiento sufragista fue muy importante, no lograron cambiar el rol de las mujeres en la sociedad. El socialismo también estaba teñido por la ideología patriarcal, por lo que las mujeres no notaron grandes cambios en su situación.

El feminismo contemporáneo quiere demostrar que la naturaleza no nos encadena, por eso
pone en entredicho que la mujer deba asumir la crianza de los hijos y el cuidado de la familia
por su capacidad para reproducir. También reivindica el derecho al placer sexual y la libre elección sexual de las mujeres y analizar el trabajo doméstico impuesto desde el nacimiento y no remunerado. Luchan también contra el estereotipo sexual de mujer en los medios de comunicación que se define desde los años cincuenta.

Como se ha mencionado anteriormente, es más correcto hablar de movimientos feministas. Desde los años ochenta adquieren gran importancia las diversidades multiculturales y los debates. Podemos hablar de tres corrientes principales: radical, socialista y liberal.

El feminismo radical tuvo especial fuerza en Francia, Italia y España, donde podemos destacar
a Victoria Sendón de León. Sostiene que las mujeres están oprimidas por las instituciones patriarcales y que como “el hombre y la mujer fueron creados diferentes, recibieron privilegios diferentes”. Propone una nueva organización social y tiene como objetivos retomar el control sexual y productivo, aumentar el poder económico, social y cultural de las mujeres, destruir las jerarquías y crear organizaciones solidarias y horizontales. Plantean una independencia de los partidos políticos y de los sindicatos y rechazan la organización y el discurso masculino.
También reivindican que lo irracional y lo sensible no es algo característico de la mujer y revalorizan la maternidad y el trabajo doméstico, considerándolo algo creativo. Hablan de la inmensa capacidad de placer que tiene la mujer y de la existencia de culturas y valores distintas para cada sexo. Dentro de esta corriente se encuentra el feminismo de la diferencia, cuyo objetivo principal es transformar el concepto de lo femenino y exaltarlo bajo el lema “ser mujer es hermoso”.

Por otro lado, está el feminismo de la igualdad que, rescatando las ideas de la Ilustración y del sufragismo, quiere conseguir la abolición completa de las diferencias artificiales que la sociedad a creado en base al sexo. Las defensoras de esta ideología no creían en la existencia de unos valores femeninos innatos, ya que las concepciones biologicistas y esencialistas solamente afianzan los estereotipos sexuales. Fueron acusadas por las feministas de la diferencia de complicidad e identificación con el opresor porque, en lugar de reconstruir y exaltar lo femenino, querían lograr la igualdad negando su feminidad para “parecerse a los hombres”.

Las corrientes socialistas y liberales proponen una alternativa de poder y se pronuncian por la
igualdad, aunque con matices diferentes para cada movimiento. El feminismo liberal (EEUU
principalmente) considera al capitalismo como la herramienta para conseguir la igualdad y culpa a la cultura tradicional de no favorecer la emancipación de la mujer. “El enemigo principal sería la educación y el propio temor de las mujeres al éxito”.

El feminismo socialista (Inglaterra y España principalmente) coincide en ciertos puntos con el
radical, reconociendo que la lucha femenina es específica y concreta de las mujeres, pero la
considera dentro de las luchas contra el sistema capitalista. Considera que la mujer, además de
oprimida por el capitalismo, también lo está por el patriarcado, anterior al capitalismo y con
variaciones históricas.

Todos los movimientos tienen en común el reconocimiento del patriarcado (“gobierno de los
padres”) como la estructura social y económica en la que los hombres son la autoridad en
todas las instituciones, siendo la familia la unidad más básica en el orden social, y la necesidad
de destruirlo.

Fin. Por ahora.

Artículo escrito por Elena García

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