viernes, 23 de diciembre de 2016

Esperanza, luces y acción [Por Aitor Santos González]




Suenan las campanas mientras un viejo en su esquife vuelve al puerto con el cuerpo cansado y un par de peces en la bolsa. Avanza hacia el bar de la villa donde encuentra a los parroquianos habituales y se sienta en su taburete cotidiano a ver el resumen deportivo en la televisión mientras en la cocina le preparan una de sus presas. Hoy cena, mañana desayuno, después habrá que volver a salir al mar.

En televisión aparecía la joven reportera que analizaba el juego de su equipo y mientras comía escuchaba. En el bar se iba generando un bullicio en torno a una problemática local.

La cuestión era si el puerto y sus alrededores debían abrirse a grandes embarcaciones. El pueblo había crecido y su principal actividad económica ya no sólo era la pesca, sino también el turismo.


Un creciente interés gastronómico y las diversas sendas acondicionadas habían generado un impulso al pueblo que veía como cambiaba su pequeña rutina.
Se habían reformado casas y pisos para las nuevas gentes que con el repunte del turismo habían decidido montar su negocio y trasladarse de la capital a la villa. Aunque en general los nuevos inquilinos formaban parte de la comunidad, también se empezaron a construir chalets alejados del vulgo.

Con todo ello se abrió el debate del puerto. Si salía la apertura, la biodiversidad marina corría peligro y el negocio pesquero podía perder sus bancos habituales. En el sentido positivo el crecimiento turístico aumentaría.
Todo este asunto había generado una polémica que enfrentaba a parte de la comunidad.

La “modernización” era una palabra que estaba en el centro del tablero de debate.
“Renovarse o morir”; “avanzar hacia el futuro”; “Un pueblo con futuro” “Una nueva economía”
eran frases hechas que circulaban de boca en boca por parte de las voceras de lo nuevo.
Carteles, charlas de economistas “reputados” eran parte de una nueva cotidianidad en la villa en pro de “un nuevo futuro”, hasta tal punto llego, que se fundó una pequeña radio como parte del novedoso proyecto.

En la otra parte se encontraban sobre todo las familias pesqueras y alguna persona del turismo. Insistían en la necesidad de la pesca como actividad necesaria para la supervivencia del pueblo. Las nuevas embarcaciones traerían consigo el fin de la pesca.

 El viejo acabó su cena y se levantó del taburete, los deportes habían terminado y su equipo había caído por dos goles. El bullicio siguió creciendo y él salió por la puerta.

Artículo escrito por Aitor Santos González

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